Le compré el libro a mi esposa sin saber de qué iba, solo sabía que a ella le interesaba y como se acercaba su cumple, pues que mejor sorpresa que un libro.

       A vuelo de pájaro un día vi los kanji en la portada y luego tuve la confirmación de qué se trataba de un “diario” de viaje a Japón... por lo que tenía que pasar por mis manos. El viaje es un encuentro personal para la autora, una reflexión, una inmersión en su psique y cómo se vio afectada por un hecho en su pasado, y creo yo, que este viaje le ha permitido exhalar y encontrar paz interior.

       El libro me gustó, porque comparto ciertas características con ella, en todos mis viajes siempre planeo al detalle lo que quiere tratar de hacer, los lugares a visitar y los amigos que encontrar. Al igual que a ella, muchas veces el sino —en el que no creo— se pasa por salva sea la parte nuestros planes y toca cambiar sobre la marcha. Me ha pasado en los tres últimos viajes que hice y que cada vez se tornan más complicados.

       Con respecto a su recorrido por Japón, este se presenta de forma agradable y al conocer algunos lugares mencionados, han servido para refrescar la memoria, lo mismo que con las preguntas que me hacía mi esposa de vez en cuando. También conecté con el insomnio de la protagonista y al igual que ella, la solución fue salir a caminar, una madrugada lluviosa por Hiroshima, por suerte solo fue una vez.

       Los dibujos son sencillos y comprensibles, pero alguna que otra vez, la falta de viñetas hizo que me confundiese un poco en la lectura, pero fue lo mínimo. El libro funciona a la perfección para los que no han tenido la oportunidad de visitar Japón, que sepan lo que puede ser —si al igual que la autora se van por su cuenta— y para los que ya han ido para rememorar.

       Es un libro que recomendaría leer en días calmados, frescos y lluviosos, no como lo hizo un servidor, en una sola sentada. Es una forma amigable, tranquila y buena de conocer un poco de Japón.